Saitama (Japón), primer día de septiembre del año 2006 de nuestra era. Estados Unidos procedía a entrar a la cancha con un equipo repleto de físico, talento y juventud. Mike Krzyzewski acometía su primer encargo al frente de un equipo estadounidense que había perdido su preeminencia en el ámbito internacional.
La sexta posición en el Mundial de Baloncesto de 2002 y la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de 2004 habían llevado a USA Basketball a las cotas más bajas de su historia, lo que les llevó a confiar en el legendario técnico universitario de Duke para guiar a una camada de jóvenes estrellas con nombres tan importantes como LeBron James, Carmelo Anthony, Dwight Howard, o el vigente MVP de las finales y campeón con los Heat, Dwyane Wade.
Tras haber ido aplastando a sus rivales partido tras partido, Grecia aparecía delante como un equipo con aparentemente pocos recursos técnico-tácticos y, sobre todo, físicos. Pese a ello, el equipo entrenado por el histórico Giannakis era el campeón de Europa (2005) y llegaba invicto a la cita, igual que los estadounidenses.
Lo que no sabía el conjunto estadounidense era lo que se le venía encima (lee un poquito más y accede al video para ver con tus propios ojos tamaña exhibición, no tengas prisa).
El pick and roll, como nuestro deporte, había nacido en Estados Unidos y había sido popularizado, entre muchos otros, por Red Auerbach al frente de los legendarios Celtics. El resto del mundo copió y adaptó la manera de jugarlo.
Europa, con el cambio del reloj de posesión a 24 segundos (temporada 2000-01), experimentó una metamorfosis en su juego y en su ocupación de espacios, convirtiendo el pick and roll en el arma definitiva para generar ventajas. En la NBA y la NCAA, aunque se utilizaba, su volumen era menor debido al físico desmedido y a la ocupación de espacios pre-Stephen Curry.
Este partido que hemos intentado resumir destaca por haber presentado ante los estadounidenses una ocupación espacial que en ningún momento pudo ser contrarrestada por el estelar conjunto de Krzyzewski. Cuando la defensa y el talento americano nivelaron la balanza, los dioses griegos del Olimpo se dedicaron a darle poder a sus enviados, quienes tuvieron en el tridente exterior (Papaloukas, Spanoulis y Diamantidis) un muro infranqueable, rematado por el partidazo de un jovencísimo Sofoklis Schortsanitis en la pintura y de otros actores secundarios de la mejor Grecia de siempre, que, todo sea dicho, estuvieron dirigidos con mucha inteligencia por Giannakis y por su triple tentáculo en cancha.
Un par de días más tarde, y tras haberse cubierto de gloria con un partido para la historia, y con España en la final sin su mejor jugador (Pau Gasol, lesionado en semis), los dioses parecieron abandonar a los helenos, que se tuvieron que contentar con una medalla de plata grandiosa. Pero esa es otra historia.
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